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La escolástica —palabra originada en el latín medieval scholasticus, a través del latín tardío scholastĭcus «erudito», «escolar» como préstamo del griego σχολαστικός, scholastikós «ocio, tiempo libre»—[1][2] es una corriente teológica y filosófica medieval que utilizó parte de la filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo. Fue la corriente teológico-filosófica predominante del pensamiento medieval, tras la patrística de la Antigüedad tardía, y se basó en la coordinación entre fe y razón, que en cualquier caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe (Philosophia ancilla theologiae «la filosofía es sierva de la teología»). No obstante, "hoy día se tiende a rechazar esta concepción o a no insistir demasiado en ella".[3] El surgimiento de la escolástica estuvo estrechamente asociado con estas escuelas que florecieron en Italia, Francia, España e Inglaterra. Predominó en las escuelas catedralicias y en los estudios generales que dieron lugar a las universidades medievales europeas, en especial entre mediados del siglo XI y mediados del XV.[4][5]
Como programa, la escolástica comenzó como un intento de armonización por parte de los pensadores cristianos medievales, para armonizar las diversas autoridades de su propia tradición y para reconciliar la teología cristiana con la filosofía clásica y de la antigüedad tardía, especialmente la de Aristóteles pero también del neoplatonismo.[6] Su formación fue, sin embargo, heterogénea, ya que acogió en su seno corrientes filosóficas no solo grecolatinas, sino también árabes y judaicas. Esto incentivó en este movimiento una fundamental preocupación por consolidar grandes sistemas sin contradicción interna que asimilasen toda la tradición filosófica clásica. Por otra parte, se ha señalado en la escolástica una excesiva dependencia del argumento de autoridad y un descuido de las ciencias y el empirismo.[cita requerida]
Pero la Escolástica también es un método de trabajo intelectual: todo pensamiento debía someterse al principio de autoridad, y la enseñanza podía limitarse en principio a la reiteración de los textos clásicos, y sobre todo de la Biblia (principal fuente de conocimiento). A pesar de ello, la escolástica incentivó el razonamiento y la especulación, pues suponía adaptarse a un riguroso sistema lógico y un estructurado esquema del discurso que debía ser capaz de exponerse a refutaciones y preparar defensas.
Los escolásticos incluyen como figuras principales a Anselmo de Canterbury (el padre de la escolástica[7]), Pedro Abelardo, Alejandro de Hales, Alberto Magno, Juan Duns Scoto, Guillermo de Ockham, Buenaventura, y Tomás de Aquino. Se ha llevado a cabo un trabajo importante en la tradición escolástica mucho más allá de la época de Tomás de Aquino, por ejemplo, por Francisco Suárez y Luis de Molina, y también entre pensadores luteranos y reformados.